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viernes, 13 de diciembre de 2019

COTILLAS DE BAILE.


Recordando mi juventud.
cuando se aprende a bailar,
había madres cotillas,
que me hacían cabrear.

El baile se celebraba,
en la plaza de los  toros,
las madres allí sentadas,
con críticas para todos.

Lejos de mi familia,
allí era un emigrante,
al pedir baile a una chica,
no ponían buen semblante.

Nadie me apoyaba,
al ser de otro lugar,
como si fuera un bicho,
me querían exterminar.

Eran todas unas brujas,
no las podía aguantar,
no dejaban a sus hijas,
que pudieran disfrutar.

Así ninguna picaba,
todas estaban mosca,
siempre  decían que no,
 no me comía una rosca.

Esas madres protectoras,
nunca hicieron  reflexión,
seguro que le gusto el baile,
y también un apretón.

De aquel pueblo marche,
me vine a la capital,
aquí no había cotillas,
aprendí algo a bailar.

Sin esas protectoras,
ni miradas acechando,
algo se aprovechaba,
al menos de vez en cuando.

















EL DIENTE PERDIDO.


En tiempos de mi niñez,
tenias que estar pendiente.
De no decir un pecado,
y de no perder un diente.

A una niña vecina,
 me la encontré llorando.
rebuscando en la tierra,
algo estaba buscando.

Con suspiros y sollozos,
me dice rápidamente.
 Ayúdame a buscarlo,
 se me cayó un diente.

Pasa más de una hora ,
ella  con gran sofoco.
le temblaba todo el cuerpo,
se le caía hasta el moco.

Yo le ayudaba a buscarlo,
entre mucho polvo y tierra.
 terminamos los dos,
rebozados de mierda.

Por fin aparece el diente,
ese diente tan buscado.
Fue llevado al cementerio,
allí mismo fue enterrado.

Rezamos diez padrenuestros,
y cincuenta avemarías.
Eso había que repetirlo,
mas o menos quince días.

No existía el ratón pérez
ni una peseta de premio,
un hueso de ser humano,
tenía que ir al cementerio.

Todo era pecado,
una época anticuada,
las pasamos muy mal,
con gente tan atrasada.


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