es el final de una era.
Arrastra en su caída,
a la antigua pajillera.
Empezaban los cines,
a las diez de la mañana.
La patrona no permitía,
estar sobando en la cama.
Muchos chicos de patrona,
y sin saber donde ir.
Elegíamos ir al cine,
allí se podía hasta dormir.
Allí estaban esas mujeres,
solicitas y serviciales.
Por unas pocas pesetas,
te remediaban los males.
Al ver a uno solitario,
lo sabían de memoria.
Joven y necesitado,
sin familia y sin novia
Se sentaban al lado,
empezaban a tocar.
Sí, te gustaba el meneo,
lo tenías que pagar.
Ella ponía un precio,
tú tirabas a la baja.
No llegando a un acuerdo,
te quedabas sin la paja.
Difícil era el trato,
todas daban la matraca.
Tenías que salir del cine,
o cambiarte de butaca.
Al dedicarse a ese oficio,
eran viejas desahuciadas,
Extrabajadoras del sexo,
y sin estar jubiladas.
No se podía denunciar,
sería una cosa absurda.
No hacían ni puto caso,
solo serviría de burla.
Llegan nuevas diversiones,
eso desapareció.
Los jóvenes de ahora,
ni sabrán que eso existió.
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