Nunca pasaba nada.
A pesar de tener río,
la gente no se bañaba.
Era esa época antigua,
en la que existía el pudor.
Desnudos sentían vergüenza,
y no tenían bañador.
Nada dura eternamente,
Todo cambia en esta vida.
Se armó una revolución.
Al llegar una atrevida.
Prudencio cogió la burra,
no puso ni un aparejo.
La guiaba con los pies,
montó a pleno pellejo.
La burra sabía el camino,
lo tenía muy andado.
Solo ver el azadón,
se encaminó hacia el prado.
Al pasar cerca del río,
creyó estar viendo visiones,
Le flojearon las piernas,
se hincharon los pantalones.
Tumbada en una toalla,
había una chica desnuda.
Era una desconocida,
y estaba cojonuda.
Con el chichi a medio pelo,
con un buen par de tetas.
Pensó en una extraterrestre,
que venía de otro planeta.
No pudo apartar la vista,
estaba hipnotizado.
Se olvidó de la burra.
Eso lo pagó muy caro.
Una puñetera piedra,
justo en medio del camino.
Tropezó en ella la burra,
lo lanzo contra un espino.
Jurando se levantó,
apretándose los puños.
Estaba como un cristo,
todo lleno de rasguños.
Su mujer se asustó,
al verle en ese estado.
Hizo la señal de la cruz,
¿Con quién te has peleado?
La burra es la culpable
tuvo un tropezón
mejor vamos a la cama
y me bajas la hinchazón.
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