Eran años de posguerra,
años de privaciones,
comías lo que te daban,
sin pedir explicaciones.
Pero surgió un misterio,
que no sabía resolver,
por más vueltas que le daba
no lo llegaba entender.
En la escuela la maestra,
si no había desayunado,
me daba un vaso de leche.
Sin ella tener ganado.
Sin tener vacas ni ovejas,
para poder ordeñar,
siempre quedaba la duda.
¿Dónde la podría sacar?
Le miraba las tetas,
sin encontrar ni un cambio,
en la mañana y la tarde,
siempre del mismo tamaño.
El misterio se complica,
una cosa de locura,
cuando dicen que la leche,
se la proporciona el cura.
Que viene de otro pueblo,
a decir misa y rosario,
no tiene a quien ordeñar,
solo posee un caballo.
Unos dicen que ese cura,
es un cura milagrero,
que con solo pedirlo,
la leche cae del cielo.
Yo estaba echo un lio,
al cielo siempre mirando,
haber si había vacas,
que estuvieran volando.
Frustración al descubrir
que no era leche divina,
eran polvos de leche,
que mandaron de Argentina.
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