lavando ropa en el río.
Esa ropa remendada,
de ella y de su marido.
Con un trozo de jabón,
de la grasa del gorrino.
Que quedaba en la sartén,
cuando freía el tocino.
Una trucha juguetona
pegó un salto de repente.
El jabón se le escurrió,
se lo llevó la corriente.
Tratando de alcanzarlo,
en un acto instintivo,
la María se cayó
a la corriente del río.
Un árbol medio caído
le vino de maravilla.
Aferrándose a sus ramas,
pudo llegar a la orilla.
Puso su ropa a secar
a la vereda del río.
No podía llegar mojada
delante de su marido.
Tener el potorro al aire
se consideraba guarro.
La María se lo tapó
con un pegote de barro.
Dejó un pequeño agujero,
que pudiera respirar.
Pensó la mujer también
que tendría que mear.
El marido bajó al río
al ver que tardaba tanto.
Verla en esas condiciones
al hombre produjo espanto.
María, ¿qué te pasó?
Tu chocho está endurecido.
Más duro que una roca,
y el agujero encogido.
¡Así no podrás ser madre,
no te podré hacer un hijo!
Se te quedó más pequeño
que el pitorro del botijo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario