Una costumbre que parece,
pertenecer a otra era,
Está resurgiendo ahora.
Es la antigua plañidera.
En el entierro de un rico,
esas no podían faltar,
Daban clase al difunto,
no paraban de llorar.
Todas vestidas de negro,
grandes sayas gran pañuelo
Ponen cebolla en los ojos,
lloran mirando al suelo.
Gritan pidiendo al Señor,
que le acoja en su seno,
Que tuvo arrepentimientos,
y termino siendo bueno.
Veinticuatro horas llorando,
máximo ganan un duro,
Unos vasitos de vino
con tocino y pan duro.
Aquellas viejas costumbres,
ahora van retornando,
Se tiran todas las tardes,
en televisión llorando.
No lloran por un muerto,
ni por un desconocido,
Lo hacen por un buen dinero,
y por contar un gran lío.
Lo añaden a su colección,
su historia va agrandando,
Aumenta su curriculum,
y las siguen contratando.
No se visten de negro,
ni de noche ni de día,
Van con la mínima ropa,
exhibiendo mercancía,
En esto no hay igualdad,
han tenido remontada.
ahora se ponen encima,
y ganan por goleada.
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