Los padres y abuelos
siempre dando sermones.
Sobre todo a las chicas.
Que evitaran ocasiones.
Que los chicos eran malos
y a la mínima ocasión.
Las dejarían preñadas
en el primer apretón.
En contadas ocasiones,
nos permitían juntar.
A los mozos con las mozas,
si no había que trabajar.
Nos juntábamos más,
en época de verano.
Todos más calentitos,
con ganas de meter mano.
Para segar corría el vino,
lo poníamos dulzón.
Para alegrarnos un poco
por si surgía la ocasión.
Las pobres mozuelas,
contenían su deseo.
El mostrar un entusiasmo,
entonces quedaba feo.
Época de privaciones,
muy jodida, muy oscura.
Cuando todo era pecado,
y mandaba mucho el cura.
Ahora, si nos reunimos.
Recordamos las segadas.
Cuanto nos hicieron sufrir,
por ser unas recatadas.
Ya todos somos abuelos,
no podemos beber vino.
Se pasaron los deseos,
todo importa ya un pepino.
A todos queda nostalgia,
de lo que se pudo hacer.
Lo más comentado es,
¡Si yo volviera a nacer!
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